lunes, 8 de agosto de 2011

Nothing special, another night of many.

Me vuelvo a salir al balcón a mojar gotita a gotita la terraza, sin quererlo me pillaron las estrellas, las miré y bajé la cabeza. Hasta la luna parecía decepcionada.
Poco me quedaba ya que recapacitar, así que me restregué los ojos como pude, y me levanté sin saber como, supongo que la práctica.
Llegué a mi cuarto sin dejar de darle vueltas a la noche que me esperaba. Porque habitaba un dolor en mi demasiado fuerte. No me importaría dejar de respirar si pudiese, porque este aire cada día me hace más y más daño.
Me dan por todos los lados y no hago más que poner la otra mejilla. Hago planes en un estado de nerviosismo muy intenso, que supongo que ni haré, pero ahí están, para cualquier cosa ridícula que me surja. 
Ansiada espero al día, o más bien a la noche, al atardecer. Espero ver su rostro y dejar que mis ojos hablen por si solos, pero tengo muy claro que no me voy a quedar callada. Siempre manteniendo la calma, o eso tengo pensado hacer. No me gusta mucho hacer planes, porque siempre me salen mal, pero es la única fuente positiva que me queda o al menos que me aleja un poco la mente de este asfalto que arde en los días más calurosos de un agosto un tanto triste.
Mi voz parece rota últimamente.
Daría muchas cosas por tenerlo en frente, o a mi lado. 
Cansada de que las cosas se me compliquen cuando menos deberían, de gentuza y de dudas, de miedos y de desconfíos, de nervios y decepciones, de palos y de cobrar las tristezas por adelantado. Cansada de sentirme rota y vacía como un cuerpo de cartón, de sentirme llena sólo cuándo el hace todo bonito a mi alrededor.
Pero jodidamente entristecida de despedirle con un beso y rozar poco a poco la realidad, hasta dolerme.
Sentirme tan lejos de todo estando odiosamente cerca.
Tan sola como la una aún así rodeada de números y de estúpidas agujas que parecen burlarse de todo aquel por el que pasan.
Harta de dar vueltas a la misma manzana y sobre todo harta de todos los días lo mismo, un buen banquete y que me amarguen siempre el postre.
De escribir sobre mojado, de escribir una alegría y una tristeza siguiendo siempre el mismo orden, un asqueroso orden que cada día odio más.
Harta y cansada de suposiciones, de rumores y de los escondites que suele usar la verdad. De que las canciones más dulces se conviertan en las más amargas y de exageraciones en mi interior. De dar explicaciones con mil y un detalles a gente que ni si quiera se molesta en preguntarme qué tal me ha ido el día hoy. De que me den los buenos días como si fuera la peor ironía que te pudiesen soltar.
De quedarme con la madrugada todas las noches y que mente no abandone jamás ese mismo pensamiento.
De no ser capaz de poner en marcha todos los consejos que recibo. De ser tan cobarde a la realidad, y todo lo hago sin querer.
"Tengo los ojitos rojos, estuve bailando con la mala suerte."







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