Este día me sentía diferente. Me sentía muy yo, todo tan normal pero tan extraño...mi flequillo estaba despeinado.
El cielo iba volviéndose de un rosa que me gustaba, y que mezclado con el azul hacía el final de un día en algo realmente maravilloso.
Pero sentía que este día llevaba una etiqueta enorme que decía: EXCEPCIÓN. Intenté recordar varias veces qué era aquello que tenía de especial, sin embargo no encontré nada...a fin de cuentas, era un simple martes a las 21:25.
Anochecía sobre mi cabeza y mi pestañeo se hizo lento.
Le echaba de menos y le recordaba en cada momento, hoy lo sentía lejos.
Tenía ganas de escuchar música pero no tenía altavoces; algo realmente agotador. Escribía sin hacer mucho caso a mi inspiración, y escuchaba ya los últimos pájaros.
Los minutos sucedían a la velocidad de siempre, por supuesto, rápidos y desesperantes, dejando tras ellos huellas imborrables.
Miraba a un lado, y a otro, y todo seguía igual de callado, todo con ese toque de timidez que flotaba en el ambiente constantemente, y yo empezaba a sentir sueño.
A decir verdad, ahora mismo me encantaría estar tumbada en la hierba a merced de las estrellas, porque aunque aún no estaban presentes, yo tenía todo el tiempo del mundo para esperarlas.
Agosto trae hoy consigo de la mano a una brisa un tanto fresca; o al menos ami me pone la piel de gallina.
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