martes, 25 de octubre de 2011

Se caen los trastos desde muy alto.

A la misma vez que yo poco a poco, le voy cogiendo el tranquillo a las cosas difíciles, les busco el truco, y cuando puedo, echo mis mejores cartas. Y es que las cosas pueden cambiar, todos lo saben, a una velocidad no perceptible al ojo humano, pero algunas, cambian, y no se ven al instante, si no al tiempo.
Pero llega un momento que el tiempo rompe esa venda que hay en tus ojos, que no puedes quitarte por mucho que quieras, y el tiempo llega, y la deshilacha entera, y cuando por fin abres los párpados, te das cuenta que formas parte de esa gente estúpida que no se quiere dar cuenta de las cosas, pero es así, eres una estúpida, una gilipollas más del grupo, un ratón que tropieza por quinientas mil veces en la misma trampa.
Y día a día, te despiertas con un objetivo distinto, y sin creértelo, un día, ya no piensas en él al destapar tu manta, al vestirte, al plancharte el pelo. Poco a poco, te das cuenta de que las amigas no te fallan, que son unas preciosas personas que si no sabes algo ellas te lo enseñan, te lo repiten mil veces y te borran todo eso que escribiste mal, te recuerdan cosas que olvidaste, como a sonreír. Y gracias a ellas, y sólo a ellas vuelvo a teclear con la nariz taponada y con una sonrisa, a que me salgan cosas incluso sin música, a ser capaz de volver a escuchar las canciones que oíamos juntos, y no me arrepiento de nada.
Ahora mismo, sólo necesito un poquitín más de tiempo. Para ver como avanzan las cosas, parar el ritmo de mi vida y hacer más monótono mi día a día. Ahora mismo, sólo espero disfrutar de este otoño, del invierno, del siguiente, y del otro, nunca sóla, con vosotras.
Y sobretodo, y ante todo, estoy segura de que ya habrá tiempo de enamorarse, de sonreír estúpidamente mientras florece la primavera y el sol caliente más que ahora, que se me altere la sangre, de ir a pasitos cortos y saborear el momento que sea, tanto bueno como malo, y siempre siempre, con una sonrisa de oreja a oreja.
Porque a fin de cuentas, las sonrisas no se venden en el kiosko de la esquina.

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