domingo, 25 de septiembre de 2011

1001 enfados absurdos

-¡Te pones de mal humor por todo!
-¡No! ¡Tú me pones de mal humor por todo!
Justo ahí, sentí que un silencio seco y gigante se atrancaba en mi garganta. En unos momentos, mi boca pudo pronunciar a penas un:
-...Ah.
Por un segundo, creí que en ese momento iba a posarse una gota cristalina en mis ojos que se perdían con cabreo. Pero no, cogí la bici que por cierto estaba pinchadísima, y la empujé como pude mientras miraba sin descanso el asfalto, y si había suerte, miraba hacia los lados para ver a los perros mojados de las casas. Incluso a veces, podía verme a mi misma, empapada bajo el cielo gris.
De vez en cuando, podía sentir una punzada cuando notaba que él me miraba, o simplemente cuando notaba sus pasos unos metros más atrás.
Entonces por fin llegué a casa, con un cabreo encima y con el flequillo empapado, y subí a mi cuarto a por la estúpida llave, mientras él se tumbaba en la cama con un gesto cansado. Trás dar mil vueltas y un millón de segundos después, regresé a mi cuarto, y con una voz seria le dije:
-Hazme un hueco. 
Entonces se apartó un poco, y yo me tumbé. Coloqué mis brazos junto a mis piernas, al igual que él.
Segundos más tarde, noté como me rodeaba la espalda con su brazo. Le cogí la mano, y él me la apretó.
En ese momento, me di cuenta de que él estaba ahí, conmigo, y eso siempre fue suficiente.
Aún sigue lloviendo, él dormido, y yo sin llave.
Creo que ya sé cuál es el plan para hoy, te quiero.

                   
                                                                                         Besos de la peq. :3

No hay comentarios:

Publicar un comentario